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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Un año de malos resultados para una banca que crece en solvencia

Las fuertes provisiones ha perjudicado las cifras, pero también han preparado a las entidades para la larga travesía que aún tienen por delante

CINCO DÍAS

La gran banca española no se ha librado del azote de la crisis económica desencadenada por la lucha contra la pandemia de Covid-19 y ha cerrado el año con unas pérdidas históricas conjuntas de 5.536 millones de euros, pero cuya arquitectura interna es más compleja y menos homogénea de lo que se aprecia a primera vista. Frente a los 13.591 millones de beneficios que lograron Santander, BBVA, CaixaBank, Bankia, Sabadell y Bankinter en 2019, los abultados números rojos de 2020 reflejan la dureza de la coyuntura económica, pero también las millmillonarias provisiones realizadas por las entidades para protegerse del impacto futuro de la pandemia. A ese esfuerzo hay que sumar otros factores, como la actualización del fondo de comercio y otros ajustes llevados a cabo por Santander, que inciden en el resultado global y deslucen las cifras del último año, que se saldó con beneficios para las otras cinco entidades.

Más allá del desempeño de cada entidad, el peor año en términos económicos de la historia reciente ha proyectado sobre la gran banca española las sombras que cabría esperar, pero también ha traído consigo elementos positivos. Los ingresos se han visto lastrados por la estrechez del margen de los intereses y las menores comisiones netas en un entorno de política monetaria hostil al negocio, pero el saneamiento de las carteras y la reducción de la mora han mejorado y el grifo del crédito se ha mantenido abierto. Ambas circunstancias se explican por el efecto de las medidas de apoyo extraordinario aprobadas por el Gobierno para empresas y familias, incluidos los créditos con aval del ICO, que han posibilitado que empresarios y particulares siguieran abonando sus préstamos e impedido una cascada masiva y catastrófica de quiebras.

La solvencia de las entidades también se ha visto fortalecida en el ejercicio y lo ha hecho en fuerte contraste con lo sucedido en la última crisis financiera. En parte por obligación y en parte por decisión propia, la banca ha aumentado su capitalización y ha llenado su despensa de provisiones al modo de la hormiga de la fábula. Ello ha perjudicado los resultados, pero también ha preparado a las entidades para la larga travesía que tienen por delante este año y les ha permitido volver, de forma prudente, al reparto de dividendos.

El efecto anestesiante de las ayudas públicas en esta crisis finalizará antes o después y la banca afrontará el afloramiento de impagos y quiebras. Pero tanto la reputación corporativa como la solvencia del sector han mejorado y le permitirán soportar con mayores garantías la dureza de lo que resta de crisis y el largo y pedregoso camino de la recuperación, para esquivar, como providencia capital, el peligroso tránsito de la crisis económica a una nueva crisis bancaria.

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