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Soja a u$s600: el Gobierno festeja por el impacto fiscal pero está en alerta por este efecto colateral

El boom implica un alivio en cuanto al ingreso de recursos fiscales y a la estabilidad cambiaria, pero hay alarmas por efectos no deseados de la supersoja
13/05/2021 - 06:12hs
Soja a u$s600: el Gobierno festeja por el impacto fiscal pero está en alerta por este efecto colateral

Si hay alguien que tiene buenos recuerdos del boom sojero es Cristina Fernández de Kirchner: la última vez que la soja cotizó por encima de u$s600 ella logró su mejor cosecha política. A pesar de estar peleada con los productores por el nivel de las retenciones, el ingreso de divisas al país fue de tal magnitud que le permitió financiar un verdadero boom consumista y, como correlato político, arrasar en la elección presidencial de 2011.

Una década más tarde, el producto estrella de la exportación argentina vuelve a superar esa marca récord, al tocar los u$s605 en las pantallas del mercado de Chicago. Una serie de factores del mercado global llevó a este salto que los productores argentinos todavía no terminan de creerse -de hecho, hace un año la mayoría se declaraban contentos si la soja lograba sostenerse en un precio de u$s400-.

Entre los motivos que llevaron a la suba del precio figura una expectativa de recorte en los volúmenes de siembra en Estados Unidos, lo cual se combina con un incremento de la demanda china, y todo aderezado por una nueva fase de super liquidez en el marco de la economía de estímulo monetario que anunció el presidente Joe Biden.

Es un clásico de los mercados la combinación de commodities que suben en combinación con un dólar que baja. Y este es un momento en el que, a esa fórmula se le agregan factores climáticos y de demanda.

En definitiva, visto desde estas latitudes, son muchos los que sienten que Argentina tiene que festejar. Claro que las condiciones internas de hoy, con el trasfondo de la pandemia, son muy diferentes a las de hace una década, de manera que una explosión consumista no puede producirse ni en las más alocadas fantasías del kirchnerista más fanático. Pero, al menos, sí puede implicar un alivio importante en una situación de estrés financiero.

Oxígeno en el frente fiscal

Para empezar, en el frente fiscal. La AFIP está celebrando el octavo mes consecutivo de crecimiento real de la recaudación -es decir, de ingresos de impuestos por encima de la variación inflacionaria-. Y en el último mes se agregó un ingrediente especial: no solamente entraron más pesos que en abril de 2020 -algo que se daba por descontado, dado el momento crítico de hace un año- sino que también se registró una mejora respecto de 2019.

Pero cuando se pone la lupa sobre cada rubro de la recaudación tributaria, se ve con más claridad el cuadro real de la economía argentina: este festejo habría sido imposible si no fuera por el boom agrícola. En el último mes, el principal rubro de crecimiento fue el de las retenciones a las exportaciones, con un porcentaje de crecimiento de 183%.

El boom de los precios agrícolas está haciendo recalcular al alza los ingresos fiscales previstos para este año
El boom de los precios agrícolas está haciendo recalcular al alza los ingresos fiscales previstos para este año

Esto implica que en el primer cuatrimestre del año la exportación agrícola deja en las arcas de la AFIP un monto de $294.871, equivalentes a casi el 10% de la recaudación total.

Para un gobierno en emergencia fiscal permanente, el hecho de que el boom agrícola continúe sólo puede representar buenas noticias. Sobre todo si se tiene en cuenta el apretado cronograma de vencimientos que tiene el ministro Martín Guzmán, a quien cada vez le cuesta más caro conseguir que el mercado le preste dinero para financiar el rojo en las cuentas oficiales.

Los informes que circulan en la City hacen referencia a las dificultades que empezarán a acumularse en los próximos meses para renovar los vencimientos de deuda. Por caso, Consultatio advierte que el bimestre julio-agosto podría darse una situación de estrés, al acumularse vencimientos por $900 billones, de los cuales casi el 75% es ajustable por CER. La consultora califica esa situación como "el mayor desafío del año, tanto por el monto y su concentración, como por el momento en el que llegan".

Ante ese cuadro, la perspectiva de que el ingreso fiscal resulte mejor al previsto como consecuencia de un mayor aporte del campo supone todo un alivio. Un informe de la Fundación Mediterránea prevé que, aun a pesar de ciertos inconvenientes climáticos, el ingreso por exportación de granos podría crecer un 31% respecto del año pasado.

Hablando en plata, significaría más de u$s34.000 millones. Y, desde el punto de vista de la AFIP, un ingreso que, calculado al tipo de cambio promedio del año, podría implicar para la AFIP una entrada de $780.000 millones (una cifra impactante si se considera que el año pasado la recaudación fue por $400.000 millones).

Aliviando el retraso cambiario

Pero la ayuda de la super soja no se queda únicamente en el plano fiscal. Sobre todo, implica un apuntalamiento de uno de los principales objetivos macroeconómicos del año, que es obtener un sólido superávit de la balanza comercial, no menor a u$s15.000 millones

Era un objetivo que en su momento llegó a ponerse en duda, y los analistas afirmaban que solamente podría lograrse sobre la base de un cierre importador. Sin embargo, la perspectiva de un fuerte ingreso de divisas ha llevado a revisar esos pronósticos y hoy hay consultoras que incluso dan proyecciones más optimistas que las del propio Gobierno.

Este ingreso de dólares tiene un efecto importante en un doble sentido. Uno, naturalmente, es el del refuerzo de las reservas del Banco Central, que pugna por recuperar credibilidad sobre su capacidad de pago en el mercado internacional de crédito.

Pero, sobre todo, la lluvia de "sojadólares" es vista por los economistas como un factor que ayudará a sostener la estrategia de retraso cambiario que está llevando adelante el ministro Guzmán.

Desde hace rato que quedó en claro que, en el contexto de un año electoral, y ante la presión inflacionaria, otra vez se recurrirá al recurso de un dólar planchado que cumpla la función de ancla de los precios.

Pero claro, un dólar de $102 a fin de año, que implicaría una devaluación nominal de 25% cuando todo el mercado está ya previendo una inflación de casi 50%, implica volver a un efecto de retraso cambiario como se ha visto en muchos momentos de la historia económica reciente y que terminaron en sacudones cambiarios.

En ese contexto, un ingreso de más de u$s8.000 millones respecto del cálculo original hará que los efectos negativos del retraso cambiario puedan verse moderados. En otras palabras, que las presiones que hasta ahora parecían inevitables para una aceleración en la devaluación oficial del peso ahora ya no aparecen con la misma fuerza. Y, de hecho, la mayoría de los economistas influyentes de la City creen que es factible que se llegue a fin de año sin que se produzca un salto devaluatorio.

Distorsiones de la sojización

Sin embargo, en la economía argentina todo festejo suele tener su "lado B". Y la super soja a nivel mundial no es la excepción.

Para empezar, están aquellos que advierten que un gran precio internacional no necesariamente se reflejará en una lluvia de dólares. El motivo es simple: el productor sojero, una vez pagado el 33% de retención y cambiado sus dólares al tipo de cambio oficial se queda con aproximadamente u$s220 -medidos al costo de lo que le significaría recomprar los dólares en el mercado bursátil-.

Esto lleva a una actitud de extrema cautela, en el que el productor todo el tiempo especula con la situación cambiaria interna y el precio internacional. Esto lleva a esa clásica situación que tanto irrita a los gobiernos, en la que los silobolsas se llenan de porotos y los productores van soltando su activo en cuentagotas.

Si se repitiera el patrón de liquidación de la cosecha de los últimos tres años, la expectativa debería ser que hacia junio recién se habrá liquidado la mitad de la producción, y que luego comenzará un lento proceso de venta, al ritmo que marquen las necesidades financieras de los productores.

Hay otro factor que los expertos del campo señalan como un "lado B" que desde Buenos Aires suele subestimarse. Por caso, el consultor Salvador Di Stefano no duda en calificar el fenómeno de la sojización como "una tragedia para el campo, que traerá como correlato dificultades en toda la cadena de valor".

Su argumento es que la soja se ha transformado en la verdadera moneda para el arriendo de la tierra. Es decir, el campo arrendado (que significa el 70% de la producción) subirá cuando suba la soja, aun en el caso de que el productor se dedique a otro cultivo que no siga la misma evolución de precio internacional. Claro que esto implica un incentivo adicional para pasarse a la soja y abandonar otros cultivos.

Lo cual no es gratis, desde ningún punto de vista. Económicamente, puede volver a generar disminución de producción en trigo y maíz. Pero, además, argumenta Di Stefano, "hacer durante varios años soja degrada la tierra y le quita potencialidad".

Más presión para el "desacople"

Finalmente, desde el punto de vista del Gobierno, hay otro motivo para sospechar que el boom agrícola -que no sólo implica la soja de u$s600 sino también un maíz por encima de los u$s300- podría traer consecuencias no deseadas para la economía.

Principalmente, por su capacidad de poner más presión sobre la inflación -que ya acumula un 17% en el primer cuatrimestre del año-, al acentuar el cambio de precios relativos entre los alimentos y el resto de los productos y servicios.

El lado B del boom sojero: pone más presión a la suba de precios de alimentos
El lado B del boom sojero que preocupa al Gobierno: pone más presión a la suba de precios de alimentos

Es la situación que varios funcionarios han advertido desde inicio de año y que tratan de corregir con diversas medidas que apuntan al "desacople" entre los precios locales y los internacionales. Hasta ahora, con pocas señales de éxito.

Solamente en casos puntuales como el acuerdo interno de la industria aceitera, donde opera una especie de subsidio cruzado entre los exportadores y productores para el mercado interno le dejó una satisfacción al Gobierno. Pero su intento de que el campo argentino se auto-regule adoptando el caso aceitero como modelo no ha tenido mayor respuesta, como puede verse en el caso de la carne, donde continúan las tensiones, al punto que la secretaria de comercio, Paula Español, llegó al extremo de amenazar con el cierre exportador.

Es en este contexto que los referentes kirchneristas responden al boom sojero con una actitud dual: al mismo tiempo que festejan el alivio fiscal y cambiario que supone esta situación, se empiezan a sentir con más fuerzas los reclamos internos por medidas de incremento de las retenciones que tiendan a captar las "rentas extraordinarias" de los productores agrícolas.

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