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Fondos que trascienden generaciones

Cómo unos cuantos logran crecer y sustentar el patrimonio de familias, empresas e instituciones durante décadas

Como todos los años por estas fechas encontramos recomendaciones de fondos “para disfrutar tranquilos del verano”. Se anuncian con seductores titulares y se disputan la atención de los lectores, junto con los rankings de los más rentables del año.

Me resulta curioso cuando se destacan los mejores cinco o diez fondos por el resultado de unos pocos meses. Seguramente estas listas se publican porque se Demandan: ¿qué busca el lector? ¿Cree que le servirán para seleccionar una buena inversión? Las clasificaciones acotadas nos hechizan bajo el influjo de una sensación de orden y control. Pero, si consultásemos una hemeroteca, ¿cuántos de los productos que llenaron noticias en la última década se mantienen en el top ten en 2021?

Todavía me sorprende más que se ofrezcan recomendaciones para el efímero periodo estival. Según el observatorio de Inverco, los españoles consideran los fondos como el vehículo idóneo para la inversión a largo plazo. El verano es un breve lapso, sobre todo si uno piensa en su retiro o en sus descendientes.

Intentar evitar la inquietud que puede provocar una eventual crisis de mercados, especialmente en la época en que deseamos relajarnos, es totalmente comprensible. Pero la táctica de vender puede conllevar un alto precio.

En los últimos 20 años ha habido dos agostos en los que las Bolsas mundiales han corregido alrededor del 10%: en 2011, por dudas sobre el crecimiento de China, y en 2015, por la bajada del rating de la deuda estadounidense. En ambos casos se había recuperado antes de cerrar el año. Respecto a los meses de julio, solo en 2002 se terminó con penalizaciones generalizadas de similar dimensión. Durante julio de 2012 tuvimos la crisis del euro, que seguramente haya dejado un recuerdo mucho más vívido en nuestra memoria. Sin embargo, tuvo poco impacto en los mercados a nivel global y, aunque el Ibex llegó a sufrir una caída del 15%, la recuperación fue casi inmediata: tras la famosa frase de Draghi bastaron cinco jornadas de mercado.

España es un país donde las familias tienen tres veces más dinero en depósitos que en fondos. Y el porcentaje de renta variable en fondos, agregando la porción de acciones que tienen los mixtos con el patrimonio en fondos puros, apenas si supera el 20%, la mitad que Europa y lejos del 65% de los americanos. A cambio, los de renta fija doblan la proporción que mantiene el resto del mundo desarrollado, y eso que difícilmente combatirán la inflación. Y aún es más anómalo el volumen que mantienen los garantizados, que ahora solo pueden asegurar que se perderá. Por tanto, a mi juicio, en nuestro país se asume mucho más riesgo de perder poder adquisitivo a largo plazo que de sufrir minusvalías en la valoración de carteras de fondos, recuperables mientras no necesitemos realmente el dinero.

Este verano hay un foco de volatilidad en China. Está por ver si contagia al resto de mercados y adquiere una dimensión más notable. Si fuera así, se divulgarán profusamente análisis sobre causas y estimación de posibles consecuencias. Pero las correcciones de verano han dejado pocas secuelas este siglo. Y el recuerdo de su origen es algo evanescente. A mí me ha costado recordar con seguridad qué pasó en agosto de 2011.

A la hora de buscar tranquilidad quizás sea más eficiente confiar en un asesor profesional que nos ayude a establecer una estrategia para el largo plazo. Y tenga en cuenta que, aunque es conveniente ir adaptando las inversiones financieras a la evolución económica y de mercados, los cambios bruscos en posicionamiento suelen tener un resultado dispar. Se puede ver por lo que ha ocurrido con fondos mixtos a lo largo de la historia.

En todo el mundo, desde que se recogen datos por Morningstar, se han lanzado unos 40.000 productos que distribuyen el patrimonio entre acciones, bonos y liquidez. Con un histórico de más de 20 años quedan vivos unos 3.000. De los creados en los años setenta hay solo unos cientos de supervivientes, y no son los más audaces.

Parece lógico pensar que habrán perdurado aquellos con una habilidad especial para sortear las diferentes crisis. Pero la mayoría de los que han logrado aumentar el patrimonio de sus partícipes a lo largo de diferentes décadas no las evitaron, aunque algunas las pudieron suavizar. Tampoco sobresalen por extraordinarias rentabilidades anuales, aunque parece increíble la que han llegado a acumular. Quizás lo excepcional ha sido su consistencia: en un Tour de Francia se llevarían el maillot de la regularidad. Se mueven tácticamente alrededor de una distribución estratégica. La más habitual es un 60% en acciones y un 40% en bonos de alta calidad. Se adaptan paulatinamente a los cambios de relevancia de países y sectores. Y así, con más constancia que brillantez, han conseguido aumentar muchos patrimonios familiares y empresariales durante décadas.

La asignación 60/40 es un canon de inversión tan clásico en Estados Unidos, que en el Wall Street Journal podemos encontrar noticias sobre la estrategia con cierta asiduidad. En España es conocida por profesionales del asesoramiento financiero. Este año, en un foro de banca privada, se debatía sobre la conveniencia de mantener el 60/40. No se dudaba del 60% en acciones, sino del 40% en bonos de calidad. Pero yo hubiera planteado otras cuestiones: ¿Cuándo llegará la media española en fondos al 60/40? Y ¿cuánto dinero hay en depósitos que podría estar invertido al 30% o incluso más en renta variable?

Marta Diaz-Bajo es directora de soluciones de inversión de Atl Capital

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