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      La industria high tech israelí logró una dimensión global

      La industria high tech israelí logró una dimensión globalUna luz en el desierto. El agro israeli es uno de los más tecnificados del mundo. En un territorio de características deserticas y semiaridas con riego por goteo de alta tecnología, producen hortalizas legumbres frutas y flores.

      Israel tiene en este momento 71 “unicornios” – “start-ups” de alta tecnología valuadas en U$S 1.000 millones o más -, y disponía de solo uno en 2013. Hay que agregar que en el índice Nasdaq de alta tecnología de Wall Street, donde cotizan las principales empresas “hightech” del mundo, las compañías israelíes ocupan el tercer rango global después de las norteamericanas y las chinas (EE.UU. tiene 330 millones de habitantes, China 1.440 millones e Israel 9,22 millones).

      Por lo tanto, referirse a Israel como una “superpotencia” “hightech” es una metáfora literaria, pero bastante ajustada a la realidad de los hechos, y por consiguiente pertinente.

      Mano de obra calificada en una fábrica de válvulas en Mishor Adumim, cerca de Jerusalén.Mano de obra calificada en una fábrica de válvulas en Mishor Adumim, cerca de Jerusalén.

      El primero que reconoce esta especial aptitud es el sistema financiero internacional; y por eso el “capital de riesgo” (“Venture Capital”, VC) que financia a las “start-ups” de alta tecnología más prometedoras se ha volcado en masa al Estado Hebreo, que recibió el año pasado US$7.400 millones de los VC, lo que representa 49% del total mundial; y que provienen de EE.UU., China, Londres, Tokio, y Frankfurt, entre otros.


      Las “start-ups” israelíes ocupan el primer lugar en materia de ciberseguridad; y son también las primeras en el terreno agrícola (AG Tech), la medicina “hightech” (MedTech), e incluso – asombrosamente – disputan la primacía en la Inteligencia artificial (AI) con las chinas y las estadounidenses.

      El dato estratégico central de la industria “hightech” de Israel no son estos logros, por cierto extraordinarios, sino el hecho de que la “Start-Up Nation” realizó en los últimos 5 años un salto cualitativo de extraordinaria envergadura, que significa esencialmente que sus firmas han comenzado a comprar otras “start-ups”, tanto en EE.UU., como en Europa, o la República Popular.

      Se trata de un cambio de 180 grados, un verdadero punto de inflexión. Hasta ahora el éxito de una “start-up” israelí se revelaba cuando era comprada por una de las grandes transnacionales norteamericanas (Microsoft, Apple, Cisco, etc.), que se apoderaba de su innovación, usualmente de alcance global, y después de pagar lo que fuera la sumaba a su plantel de Seattle o Silicon Valley, aunque sin removerla de sus instalaciones en Tel Aviv, Bersheva o Eilat.

      Esta situación se ha modificado ahora en sus raíces: la industria “hightech” israelí se ha convertido en un adquirente en gran escala; y para eso dispone de dos recursos fundamentales: el acceso directo al sistema financiero global, sobre todo en la subespecie “Venture Capital”; y luego, que la marca “IsraelStart-Up Nation” dispone de una excepcional potencia de marketing, sobre todo en los nuevos mercados“hightech” de Asia, y primordialmente de China.

      “El factor Marketing” equivale en las empresas “hightech” al prestigio en los centros intelectuales; y en los dos casos le abre puertas y ofrece enormes oportunidades.

      El PBI per cápita de Israel está entre los 20 primeros del mundo, y ascendió a US$43.700 anuales en 2020. 

      Es superior, en consecuencia, al de Gran Bretaña (US$40.400), Japón (US$40.100) y Francia (US$39.900); y esto sucede cuando la brecha con el norteamericano, el primero del mundo (US$67.500), es ahora de 30 puntos, mientras que la distancia con los de Corea del Sur e Italia supera 50 los puntos básicos.

      Israel tiene una población de 9,22 millones de habitantes, y un producto de U$S 402.000 millones; y ocupa el número 19 entre las economías más avanzadas: ha trepado 13 escalones en 10 años.

      El salto estructural realizado por la industria “hightech” israelí ha sido acompañado por una mejora fundamental de la situación geopolítica, que le brinda en este momento el mejor contexto internacional de sus 73 años de vida independiente (14 de mayo de 1948).

      La razón de esta extraordinaria novedad son los Acuerdos Abraham, que le permitieron a Israel establecer relaciones diplomáticas – ser reconocido internacionalmente – por Emiratos Árabes Unidos (EAU) y Bahréin, una iniciativa en 2019 del presidente Donald Trump, que revolucionó para siempre la ubicación de Israel en el mundo, y modificó irreversiblemente el mapa geopolítico de Medio Oriente.

      Los Acuerdos Abraham unen Arabia Saudita, Egipto, e Israel, los tres países principales de la región, en una alianza estratégica de enfrentamiento con el régimen iraní de la República Islámica.

      Es un indicio de que todo nuevo equilibrio en la historia se funda en un principio de enfrentamiento estratégico. Es lo que se denomina nueva relación de fuerzas.

      El papel de Donald Trump, que definió desde el comienzo de su mandato al régimen de los ayatolas de Teherán como el adversario estratégico de EE.UU. en Medio Oriente ha sido absolutamente central en este logro histórico. Aun así, debido al profundo carácter polémico de esta decisión, es difícil considerar al presidente norteamericano como un candidato para el Premio Nobel de la Paz.

      Hay “…una oscura armonía en las cosas”, o lo que es lo mismo, la historia, eterna creadora de novedades, tiene al mismo tiempo un carácter circular, que es una especie de justicia, utilizando el término en minúscula y solo tentativamente.


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      Sobre la firma

      Jorge Castro